Más de una vez, la literatura me llevó a la música. La primera vez que leí poemas de Alejandra Pizarnik no había terminado la escuela primaria. Ni siquiera sé cómo llegué a ella, tan inadecuada para esa edad. Sólo recuerdo que se trató de un recorrido y una palabra me llevó a otra y esa a otra más y esa otra más a Pizarnik. Precisamente de su mano, a partir de este poema, llegué a Janis Joplin y al desgarro de su voz, muy parecido al desgarro del alma de Alejandra:
To love somebody. Janis Joplin
Hace más de treinta años, esta canción me emocionaba. Aunque en ese entonces no vivía en Buenos Aires sino en el Conurbano, me sentía atada a Buenos Aires por nacimiento y por elección.
Buenos Aires es para mí ese pedacito chiquito de un país que a veces es, como dice la letra de este tema, esquivo para corresponder el amor. Una ciudad cuyos habitantes suelen vivir mirando hacia afuera al punto de llegar a olvidarse de quiénes son y adónde pertenecen.
Con el tiempo volví a mi ciudad. La que tiene rincones increíblemente bellos. La que más de una vez me hace enojar. La que me permite ser yo: argentina y porteña. Donde miro hacia arriba para ver los edificios, donde me reconozco en la cara de la gente.
La ciudad en la que puedo perderme sin perderme. Y en la que me pierdo para encontrarme.
Esta canción todavía me emociona. Y hoy, mucho más.
Desde jardín de infantes –todavía no se llamaba preescolar– a cuarto grado fui a una escuela hermosa. Tenía jardines y patios enormes para jugar, calefacción, ascensores, pileta de natación, una terraza con torres, retoños de varios árboles históricos bajo los cuales había una placa conmemorativa, un verdadero teatro para los actos y un museo lleno de maravillas para inspeccionar...
Recuerdo haber escrito con prolija aplicación en las carátulas de mis cuadernos el nombre de la directora: Martha A. Salotti. Por supuesto, en ese momento no tenía idea de quién era esa notable pedagoga, heredera cultural de Rosario Vera Peñaloza. Sí, en cambio, sabía que Rosario Vera había tenido un rol protagónico en la creación del museo porque, entre otras cosas, cada vez que nos acercábamos a las mesas con enormes mapas en relieve de la Argentina, nuestras maestras nos decían: ¡Cuidadito con tocar que todas estas cosas las hizo la señorita Rosario! De hecho, esa maestra ejemplar fue la creadora del Complejo Museológico de la escuela.
Era, aunque por la descripción no lo parezca, una institución estatal. Mis padres, fanáticos de la educación pública, no hubiesen considerado otra alternativa. Era –es– lo que el inmigrante benefactor que donó los fondos para su construcción había querido: "un palacio para los niños".
Ahí, entre otras cosas no menos importantes, empezaron a enseñarme a amar a mi patria.
Cada vez que escucho esta canción recuerdo con cariño y orgullo mi primera escuela: el Instituto Félix Fernando Bernasconi.
Rosarito Vera, maestra. Mercedes Sosa
Biografía de Rosario Vera Peñaloza
El club del clan, fragmento de la película.
Yo soy aquel. Raphael
Génesis. Vox Dei
Negra no te vayas de mi lado. Banana
Starting over. John Lennon
Tiempo después, cuando ya había empezado a salir del infierno, escuché este tema y Coldplay dejó de estar asociado a ese sentimiento horrible de angustia, a la tristeza y a la frustración.

Nos sentábamos en ronda y charlábamos un rato pero enseguida alguien sacaba la guitarra y empezaba la otra ronda, la de canciones. El repertorio era siempre el mismo pero nos parecía que lo reeditábamos cada vez que nos juntábamos a cantar. Casi todos lo hacíamos bastante mal y sólo algunos, los que conservaban un poco el pudor por sus escasas aptitudes musicales, se quedaban escuchando en silencio.
Eran tiempos de facultades cerradas o infiltradas por los servicios de seguridad. Cantar ya era desafiar al "proceso". Cantar las canciones que nosotros cantábamos era mucho más que eso; era tomar posición, era rebelarse, era reivindicar la libertad, era denunciar lo que todos callaban: la tortura y la muerte.
La mayoría de nosotros militaba en la jotapé y sabíamos de otros cantos menos esperanzados, de las tardes en que subrepticiamente nos metíamos en las villas y de las ausencias que día a día se multiplicaban. Frente al miedo y a la clandestinidad, nos dábamos valor con mates o con vino tinto. Nuestros eternos compañeros eran los volantes mimeografiados que hacíamos circular con discreción.
Creíamos que la paz era posible. Creíamos que éramos pequeños héroes luchando contra un gran poder. Creíamos que podíamos cambiar el mundo. Creíamos que venceríamos.
We shall overcome. Joan Baez
Sentirse bien no es fácil. Pero da el mismo trabajo que sentirse mal.
Me costó años salir del círculo del malestar. Todo debía ser cuestionado. Todo tenía que pasar por la razón, ese artilugio que suele traicionar al corazón con estocadas certeras. Todo tenía un lado malo que opacaba el brillo del lado bueno.
Un día entendí el mecanismo del perro que se muerde la cola, del paisano que cava el pozo alrededor de sus pies. Insisto: no es fácil. Sin embargo, no es imposible. Consiste apenas en comprender que no hay bueno ni malo, que todo es parte de una cadena de acontecimientos que, pretenciosamente, llamamos "mi vida".
Hakuna matata. Elton John
De la banda de sonido de "El rey león".
Nos separamos en silencio porque eran tiempos de silencio. Y todo quedó detenido ahí. Como una fiesta al aire libre que tuvo que ser suspendida por lluvia. Yo huí al anonimato de la ciudad grande. La mayoría se quedó en el pueblo y aunque los separaban apenas unas cuadras, nunca se sentaron ni siquiera a tomar un café. Muchos años después volvimos a encontrarnos. Parecía que retomábamos un vínculo congelado en el tiempo y que había llegado el momento de concretar esa celebración inconclusa.
Todo era alegría. Todo fue alegría por un breve lapso. Un intervalo glorioso en el que descubrimos que la vida nos había castigado y recompensado por igual; en el que nos reímos de nosotros mismos; en el que rescatamos aquellas cosas que quedaban de los que habíamos sido treinta años atrás. Y fuimos, por un rato, todos para uno y uno para todos.
All for love. Bryan Adams, Sting, Rod Stewart.
Tema musical de la película "El hombre de la máscara de hierro".
There are only four questions of value in life:
What is sacred?
Of what is the spirit made?
What is worth living for?
What is worth dying for?
The answer to each is the same - only love.
Don Juan de Marco
Sin historias, el parlamento de Johnny Depp que acabo de transcribir es maravilloso.
Have you ever really loved a woman? Bryan Adams.
Tema musical de la película "Don Juan de Marco".