A mi papá siempre le gustó cantar. Y lo hace muy bien. Cuenta la leyenda –la leyenda es, en este caso, mi mamá– que mucho antes de que yo naciera, en sus correrías nocturnas, los amigos le pedían que cantara y él se negaba no porque quisiese hacerse rogar sino porque sabía que, de hacerlo, no podría dominar la emoción ni contener las lágrimas ni evitar que su voz se quebrara. 
Sin embargo, nada de eso parecía sucederle conmigo. Cada noche me acunaba y me cantaba hasta que me quedaba dormida. Por cierto, jamás me cantó canciones infantiles sino las que a él le gustaban, las que estaban de moda. Mi canción de cuna preferida, la que más marcó mi infancia, fue Recuedos de Ypacaraí. Por supuesto, el significado de la letra era un misterio para mí y con frecuencia interrumpía el canto de mi papá con preguntas como "¿Qué es plenilunio?". ¡Y ni qué hablar de la curiosidad que me causaban términos como "cuñataí" o "guaraní"!
Muchos años después, en 1998, pasé un fin de semana en San Bernardino, junto al lago de Ypacaraí. Y entendí todo.



Recuerdos de Ypacaraí. Trío Los Panchos

1 comentarios:

Patricia Danna dijo...

belloooooooooooooooooooo!!1

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