Buena parte de mi infancia transcurrió frente al televisor. "De aquí a la eternidad", "El puente de Waterloo", "De corazón a corazón", "La malvada", "La ventana indiscreta", "El cisne", "Desayuno en Tiffany's", "La princesa que quería vivir", "El ocaso de una estrella". Películas que vi una y mil veces, siempre fascinada por esa época de Hollywood en la cual las estrellas eran tantas que había que asignarles también los roles secundarios. "Sus dos amores" reunió a una Rita Hayworth desafiante y provocadora (como casi siempre) y a un Frank Sinatra que cantaba esta canción con una picardía que entendí aun cuando era chica y aun cuando no sabía una palabra de inglés. 
Me acuerdo de mí, estudiando las expresiones y los gestos de Rita frente a la tele para después intentar copiarlos frente a un espejo. Me acuerdo de mí fascinada con su figura curvilínea, los vestidos strapless y los guantes larguísimos. Me acuerdo de mí, de esa nenita que admiraba a las estrellas de Hollywood; de todas las ilusiones que quedaron en el camino o que se estrellaron contra la realidad. Y de todas las grandiosas maravillas que la vida me tenía reservadas y que jamás hubiese podido imaginar. 


Frank Sinatra. The lady is a tramp.

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