La primera vez que caminé por New York esta canción ya era vieja. Sin embargo, no pude dejar de recordarla. ¡Fui tan feliz en ese viaje! Es cierto que podría pasar mi vida viajando. Es cierto que una de las cosas que más rápido y mejor hago es una valija. Es cierto que así como no me causa ninguna ansiedad partir, tampoco es la melancolía lo que me empuja a volver.
Aquella vez terminaba el otoño. Los días eran frescos y cortos. Demasiado cortos para mis ganas de pasear, caminar, explorar y descubrir.
Me perdí entre la gente. Conocí lugares que los turistas no frecuentan. Miré a mi alrededor con esos ojos de Bette Davis que no le pertenecen a Bette Davis –tal como dice la canción– sino a una mujer segura de sí misma, llena de energía y que, indudablemente, no es una extranjera.
Cada paso que di en esa ciudad, cada calle que transité, cada imagen y cada gesto que advertí todavía, después de tantos años, están en mi corazón y en mi cabeza. Se transformaron en parte de mí y me transformaron para siempre.



Bette Davis eyes, Kim Carnes

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